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La fábula del colibrí

Thomas Roussel llega a Barcelona en el año 2009 para trabajar en el CSIC (Consejo Superior de la Investigación Científica), es doctor en física y esta era su única vocación y pasión. “Estuve aplicando para ser profesor en Francia, tenía un currículum bastante bueno pero dejaron de elegirme a mí para los trabajos, siempre quedaba segundo o tercero”, la ciencia era el mundo que el conocía, pero después de tener a su segunda hija, al llevar ya un año en el paro, tuvo que cambiar de rumbo. Debió ser frustrante que un mundo que necesitas, “ya no te necesite a ti”, pero Thomas se reafirma en que siempre que la Física lo llame, lo necesite, él va a estar allí. Entonces, estando en el paro con dos niñas nacidas aquí y una mujer científica, empleada del Instituto Oceanográfico, el entrevistado tuvo que llevar también dinero a casa, por esta razón salió, y buscó, qué podía ofrecerle una Barcelona cosmopolita a un amante de la vida sencilla, el surf y su familia.


“El paro se acababa, tenía ahorros y cuidaba de la peque y le dije al tío de mi mujer: necesito un plan B”, dentro de estos planes “B" me pareció que si encontraba un local, molaría montar Baobab Company en Barcelona”

El tío de su mujer le contestó que “por qué no” y, gracias a esto, con su marcado acento francés, y rodeado de un olor fresco y natural, me cuenta sentados una a cada bando del mostrador de su tienda, cómo hizo de Baobab Company su estilo de vida, consumiéndole, casi al completo, las horas del día.

El Sol se ponía con Thomas entre sus diseños y ropa de un “algodón de alto gramaje” que, junto a la decoración de la tiendecita, y su yo conversador te animaba a charlar durante horas y conocer qué había tras ese físico francés, que había, incluso, trabajado en Estados Unidos y había acabado en una modesta tienda de El Born.

Para llegar, había tenido que perderme entre un entramado de calles bohemias, cerca de Arc de Triomf, mientras contemplaba comercios locales por una parte tan cerca, y por otra tan separados, del bullicio y del ambiente internacional de Las Ramblas: a rebosar de tiendas de Inditex, reinado por edificios inmensos y por sus restaurantes de comida rápida.


El Born, en cambio, solo se puede definir de una forma: la frescura, esa frescura de un tipo de comercio al que estaban acostumbrados nuestros abuelos mezclado con un toque moderno, y cosmopolita, que siempre ha caracterizado a Barcelona

Cuando estuve en frente de la tienda de Baobab Company, entendí por qué alguien elegiría irse del epicentro de la ciudad y colarse entre esas calles para montar esta tienda de moda, caracterizada por un comercio justo hecho de algodón ecológico, con la certificación GOTS desde 2011.


Rodeados de ropa con diseños tribales, y también con eslóganes de campañas para salvar los océanos, me desvela en un primer momento el porqué del nombre que lleva la tienda. Baobab Company, lleva 23 años en funcionamiento y fue montada por el tío de su mujer “en isla Reunión e isla Mauricio”, donde nació su mujer y su respectiva familia. Esta localización dota a sus fundadores de una grande conciencia medioambiental y de clase: ya que conocen de cerca los desastres humanos y medioambientales que han causado las multinacionales en los países de "El Tercer Mundo” al otro lado del Océano Índico. Situándome entre playas, un clima subtropical y una fuerte tradición indígena me cuenta cómo la idea del nombre le vino a su fundador en “la isla Mayotte, donde hay una carretera de los Baobabs” el árbol típico de la isla y que hizo famoso Antoine Saint-Exúpery con su mítico libro El Príncipito.


“Comencé en la tienda con una amiga, pero era invierno, la gente no venía y la tienda para dos personas no generaba suficientes ingresos”, actualmente Thomas se encarga de absolutamente todo en la tienda: él es el gerente, gestiona los recursos humanos, creó la página web y todas las demás redes sociales que tiene la compañía. Le gustaría poder tener más tiempo para su familia y sobretodo para poder publicitar Baobab Company. Su plan de futuro era poder contratar a otra persona y poder participar en proyectos, ir a buscar otras compañías que quisieran sus diseños y darse a conocer.

Cuando ves al doctorado en física y ahora gerente de la compañía Baobab, en Barcelona, lo primero que te choca es que él mismo te transporta a esas islas Mauricio, en las que se lleva a cabo toda la producción de la compañía. Aunque aquí no sea muy famosa, en las islas de Madagascar, el Caribe y gran parte de África, Baobab Company tiene un gran renombre. Por esto, me preguntaba qué es lo que hacía tan especial esa tienda y cuál era su filosofía.

Me sorprendió saber que lo que hace destacar a Baobab es el empeño que pone en hacer de la moda un sector sostenible, de acuerdo con el medio ambiente y con los derechos de los trabajadores

Ellos apuestan por el pequeño comercio, Thomas diseña gran parte de las prendas que pude ver en su tienda: al poco de llegar apareció un hombre castaño con acento colombiano, que alegró visiblemente a mi entrevistado. Se dieron un fuerte abrazo y Thomas me presentó a “uno de sus clientes más fieles” que había llegado a penas haría dos años a Barcelona con su familia en busca de trabajo. Empezó a probarse una americana y Thomas se alegró visiblemente de que eligiera esa prenda: “el diseño es mío, en isla Mauricio hace mucho calor y no necesitan prendas de abrigo pero tengo que adaptar la ropa de Baobab a las necesidades de los barcelonenses”. Solo con cómo hablaba de sus diseños y proyectos te transmitía esa paz y modo de vivir de alguien que ha dejado el tumultuoso mundo de la ciencia para dedicarse a una vida también dura y sacrificada pero menos competitiva.


Thomas posando después de la entrevista | Créditos: Nerea Rocha Ballesteros

El cliente, pues, siguió probándose la americana y pidiéndome opinión, yo estaba sorprendida ante la cercanía con la que me trataba y la humildad que desprendía. “Esta es la prenda más cara que tengo en la tienda, cuesta 60 euros” y se vende muchísimo. Miguel era un cocinero que había venido sin nada a Barcelona y se dedicaba a cuidar de sus hijos y buscar trabajo: en ningún momento vi ni un ápice de grandeza en él pero Thomas me soltó la bomba “es cocinero de Can Roca, en Girona”. Yo nací en el barrio humilde en el que este se sitúa , nada más y nada menos que el segundo mejor restaurante del mundo, el chico había llegado muy lejos pese a los impedimentos que había tenido al ser de clase trabajadora e inmigrante. Me quedé fascinada.

Se compró dos americanas ya que “iba a un evento muy importante de Carme Ruscalleda” y necesitaba vestir bien, hacía meses que no visitaba Barcelona y lo primero que hizo fue ir a ver a Thomas. Este trato con el cliente no lo tienes en las grandes compañías, tampoco estas historias que te conmueven y que te hacen replantear tantas cosas

Cuando se fue continuamos con la entrevista y me contó la realidad de “la etiqueta” Slow Fashion, en cuanto nombró esta iniciativa me hizo un gesto mostrando su desacuerdo y lo absurdo que veía en ello. Encontré lo que buscaba de esa entrevista, una crítica a un mundo que para vender más se inventa campañas renovadoras bajo el nombre de “moda sostenible”, y que de sostenible tienen poco. Thomas se considera “aun un principiante” y ha intentado acercarse a otras tiendas del barrio, bajo la etiqueta de Slow Fashion, para intentar llevar a cabo iniciativas y proyectos conjuntos, con tal de crecer y llevar a Barcelona sus arraizados ideales, que le han acompañado siempre.


Muchas tiendas bajo la iniciativa del Slow Fashion no venden productos realmente sostenibles, es Greenwashing, ponen etiquetas “eco” en su ropa pero siguen fabricando con tóxicos que afectan al trabajador y al medio ambiente. Pronto entiendo cuál es el motivo de su recelo a esta campaña de moda sostenible, Thomas me explica que al intentar contactar con otras tiendas del sector se dio cuenta de que “hay diferentes tipos de Slow Fashion”, y que Baobab está allí dentro pero no “surfean en este mundo”. Se explica perfectamente, ellos no hacen este tipo de ropa por moda, para Baobab Company es su filosofía, lo viven, sienten y han crecido con estos ideales. En cambio, para Thomas, la mayoría de tiendas bajo esta etiqueta simplemente buscan diferenciarse del resto para hacer competencia y vender un producto falsamente eco. El Better Cotton Initiative es un proyecto “desastroso”, al que pertenecen muchas tiendas de Slow Fashion, está matando al algodón BIO, con el que Baobab fabrica, llegando a utilizar incluso pesticidas. Además, tienen a sus trabajadores en condiciones laborales precarias.

Estas tiendas buscan aquello que es chic, más que concienciar e intentar cambiar la industria de la moda, regida por el antagónico Fast Fashion. En realidad, más que opuesto al Slow Fashion lo sería a tiendas como Baobab, con personalidad propia y que demuestran que su producto es de calidad.


En Baobab Company no se rigen por la industria de la moda, ni por los cambios constantes de su stock cada temporada, o incluso dos veces por semana como en Inditex. Thomas afirmó rotundamente que se negaba a eso, el pretende traer un espíritu del océano, del África… Esto se debe a que su mujer es de origen “criollo”, una mezcla entre África, la India y Europa, y asumen su origen como marca “oceánica y tropical”. Entonces, no cabe en su filosofía el renovar cada temporada el stock producen solo al pedido y no tiran nada, "no cambio mi ropa cada seis meses”. Después de esto no supe qué decir, fue chocante ver que en tu misma ciudad hay grupos de personas que intentan cambiar una industria, del modelaje, que ha establecido unos patrones de consumo muy arraizados en nosotros. Ver en Baobab Company, de la mano de Thomas, que había pequeños negocios con ganas de cambiar el mundo fue alentador, pero también frustrante.



Fotografía: Nerea Rocha


Aquel día hubo un gran incendio en la selva, en mitad del desastre un pequeño colibrí empezó a volar en dirección contraria a todos los demás. El colibrí les explicó“en medio de la selva hay un lago, recojo un poco de agua con mi pico y ayudo a apagar el incendio”. Asombrado, el otro animal sólo pudo decirle “Estás loco, no va a servir para nada. Tú solo no podrás apagarlo” y el colibrí, seguro de sí mismo, respondió: “Es posible, pero yo cumplo con mi parte." Esta fábula define a la perfección la forma de vivir de Thomas, con ella se definió a si mismo y a su proyecto. Con la moraleja de este colibrí dedicado a salvar el mundo, o intentarlo, deje ir la siguiente pregunta: necesitaba que me explicara cómo llegaba un producto desde el campo a su tienda.



Créditos: DominiqueFlowers


Toda la producción se lleva a cabo en Isla Mauricio, cuando Thomas hace algún diseño tienen que fabricarlo desde allí y traerlo a Barcelona. El certificado GOTS asegura al cliente que sus trabajadores están en unas buenas condiciones laborales, y que los materiales utilizados no perjudican ni a los trabajadores ni al medio ambiente. Una vez hecha la producción en la isla se envía a Barcelona y, viendo sus redes sociales, encontré videos que demuestran la cercanía con sus trabajadores. Pensaba que podría preguntarle si estaban reunidos en sindicatos, los empleados de Baobab, pero por las características de la empresa no parecía que tuvieran muchos trabajadores, Thomas me explicó que habían vuelto recientemente de vacaciones en la isla y que había grabado unos cuantos videos, que me pasaría en cuanto los tuviera editados.

Entorno al material con el que trabajan me deja claro que el algodón que usan es de alto gramaje “una señora que viaja mucho me ha traído una camiseta de Baobab del año 2000, que aun sigue impecable”

Cada cliente suyo me lo define con una personalidad muy propia y se nota en sus ojos el agradecimiento y cariño que les tiene. En mitad de su explicación vuelven a aparecer clientes que le compran la misma americana que Miguel, el cocinero colombiano, y me dice “que le doy suerte”. Esta familia entran abruptamente y sin mucho respeto por el lugar en el que se encuentran, de hecho Thomas me confirma que “no son clientes habituales, se puede ver en su forma de vestir”. Habían pasado por la tienda porque el padre tenía frío, y Thomas, pese a la hosquedad de la familia, los trata con mucho afecto y haciendo bromas. De hecho, se le da muy bien ganarse a sus clientes y goza de una desfachatez que le permite presumir de su marca con todo el que entra, a la vez que los trata a todos como si fueran únicos.

La gente piensa que una camiseta puede valer cinco euros con transporte, IVA y lo que cobra quien te hace la ropa

Thomas fue duro en este sentido “siempre me vienen con la excusa que comprar sostenible es muy caro” pero lo que nos gastamos al año en grandes cantidades de ropa es superior a lo que pagarías por una sudadera que tiene detrás a trabajadores en buenas condiciones laborales y materiales que no contaminan al medioambiente. El problema está en que tenemos muchísima ropa, “las multinacionales invierten muchísimo en publicidad”, nos comen la cabeza y nos hacen consumir de forma continua. En estos momentos yo estoy sentada en frente de él y la ropa cada vez me pesa más, llevo una camiseta nueva del Zara, unos pantalones y zapatos del Pull&Bear: me remueve la conciencia y con miedo le hago la siguiente pregunta.

Quería saber si consideraba que llevar una vida sostenible debía complementarse con ser vegetariano o vegano, me dijo que tampoco se consideraba “tan extremo” y no pude rebatirle

Podría haber sido crítica en ese aspecto, porque defender una economía sostenible tendría que ir a la par con no contribuir a la industria cárnica, que está también acabando con el planeta. Me fue imposible rebatírselo, porque yo estaba llevando ropa que habían hecho trabajadores en condiciones de esclavitud y con productos tóxicos para ellos mismos y para el planeta. Después del incidente del Rana Plaza se culpó a multinacionales como Inditex del desastre humanitario: a partir de aquí mucha gente empezó a concienciarse y se popularizó el Slow Fashion. Se humanizó a las personas que estaban detrás de tu ropa, aunque, pese a esto, no se ha generado una suficiente concienciación.

“Para mí tendrían que ser los medios de masas los que empezaran a criticar el Fast Fashion e intentaran concienciar a la población sobre la importancia de un comercio justo y sostenible”

Acabé la entrevista teniendo un revuelo de emociones por dentro, le di las gracias por todo y me despedí. Había conocido la historia de un hombre que tenía unos valores ejemplares y que, como ese colibrí, se sentía en paz consigo mismo por saber que no estaba contribuyendo ni a la esclavitud ni a la inminente muerte de nuestro planeta. A nivel individual no podemos hacer mucho, pero el mensaje que da Thomas es que debemos juntarnos y luchar por cambiar este mundo: con el apoyo de los medios de comunicación.


Evidentemente, la culpa de estos desastres humanitarios es de las multinacionales, pero nosotros tenemos que dejar de contribuir a la cadena de producción de un comercio deshumanizante y nocivo.




Nerea Rocha Ballesteros


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